De nuevo vuelvo a este descuidado blog, donde de tanto en tanto vuelco algunas reflexiones
sobre mi percepción política y sobre el contexto general en el que vivimos.
No suelo ser de los, “ya lo decía yo”, pero si algo he
aprendido en el análisis político es que las palabras son lo que cuentan, y
lamentablemente las mías están escritas en este mismo blog.
Ya advertía en Noviembre del 2012 de como la irrupción de
soluciones políticas extremas, ya sean por populismos radicales o por
demagogias nacionalistas, podían atraer a la mayoría electoral, que como
señalaba no se encontraba en ninguno de los caladeros de votos existentes, sino
en un creciente descontento que se manifestaba en la abstención, en el voto en
blanco o en la protesta del voto nulo. Esto incluso antes de que irrumpiera en el
escenario político Podemos, un proyecto ambicioso de cómo destruir el sistema
desde dentro. Y no es que se lo hayan puesto difícil los actuales partidos,
sino al contrario, le han abonado el camino y abierto las puertas.
Ahora todos se escandalizan de la aceptación que estas
opciones adquieren en la ciudadanía. Pero, ¿cabe esperar que el voto cambie de
parecer reivindicando los logros pasados, como si nada de lo sucedido en los
últimos tiempos fuera con nosotros? ¿Realmente nuestros dirigentes políticos
desean que les voten por rentas? Creo que de nuevo nos equivocamos enormemente.
Vaya por delante que pienso en Podemos como un proyecto
manipulador, que se nutre de la desesperación para secuestrar un voto sin
futuro. Es evidente que un Podemos como el actual tiene su objetivo centrado,
no en romper el bipartidismo, como se jactan en proclamar, sino en lograr la
hegemonía acabando con los dos principales partidos de la democracia, y su plan
está claro: forzar al Partido Popular y al PSOE a la suicida coalición contra
Podemos. Lo están deseando, casi pensaría que rezan al niño Jesús todas las
noches para que suceda. Porque en su estrategia, un pacto de esta naturaleza
solo provocaría en la ciudadanía mayor rechazo y una gasolina extra para su
discurso sobre la casta y sobre el sistema corrupto en nuestra sociedad. Un
acoso tremendo con manifestaciones en las calles y con campañas mediáticas que
llevarían irremediablemente al fracaso de un gobierno así en poco más de un
año, convocando elecciones anticipadas donde Podemos saldría ganador con
mayoría absoluta indiscutible. ¿Y luego?
Bueno, luego no se sabe, ya que se cuidan mucho de mostrar
sus verdaderas intenciones, aunque día tras día les resulta más difícil ocultarlo.
Y ante esto ¿qué pueden hacer los partidos democráticos y en especial el
Partido Socialista?
Solo veo una opción, consolidar su discurso social y no
dejarse llevar ante las más continuas llamadas a la responsabilidad, que a
medida que pasen los meses se van a producir. No debemos dejarnos arrastrar al
pacto contra Podemos, pues tanto ellos como el PP están deseando que lo
hagamos. Los dos desean ante todo acabar con el PSOE y si nuestros actuales
dirigentes no se dan cuenta, tenemos el deber de decírselo o bien apartarlos. Porque
antes que los proyectos personalistas en
nuestro partido están las personas a las que representamos, y por encima de
cuestiones electoralistas, nuestras ideas y valores. Y quien pretenda
traicionar a lo uno o a lo otro, se equivoca.
Sigo reivindicando la necesidad de abrir un periodo
constituyente, y las próximas elecciones generales nos dan la oportunidad de
afrontarlo. España necesita una revisión de su marco de convivencia, es decir
su constitución, y la actual situación política fragmentada es el mejor momento
de ponerse a hablar serena y decididamente.
No podemos dejarnos arrastrar por la estabilidad de los mercados y el
crecimiento económico, que sigue beneficiando solo a unos pocos, para no actuar
en este sentido. Porque si no ponemos
estas cartas sobre la mesa, otros lo harán de formas más abruptas, con propuestas
populistas antisistema o demagogias ultranacionalistas.
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